lunes, 3 de abril de 2017

LAS HILANDERAS O LA FABULA DE ARACNE




Cuadro pintado por Diego de Velázquez en 1657. Durante esta época se desarrolló la corriente artística llamada Barroco entre 1600 y 1750. Además, en ese momento Velázquez era el pintor de cámara de Felipe IV, aunque esta obra es una de las pocas obras privadas que realizó el pintor, en este caso para Pedro de Arce, organizador de las jornadas de caza del rey.

La técnica empleada es el óleo sobre el soporte de un lienzo. Utiliza muchos tonos ocres y tierra, con una pincelada diluida que hace no se aprecie el paso del pincel. Los contornos de las figuras aparecen pocos definidos como consecuencia de la manera de trabajar del pintor en estos momentos, rápida, con seguridad en la pincelada, con un dominio absoluto del color y la pincelada sobre la línea y el dibujo. Esta imprecisión en los contornos de algunas figuras ha llevado a dudas sobre la interpretación de algunas de ellas.

Intentó plasmar el movimiento utilizando esa pincelada, como vemos, en la rueca. El hilo que sale de ella es casi doble. Con ello quería transmitir que la rueca se estaba utilizando y el hilo se movía.

Utiliza la perspectiva aérea lo que hace que parezca que hay aire entre unos planos y otros.



En cuanto a la composición, hay dos planos bien diferenciados por su iluminación.  La escena representada tiene lugar en el interior de un taller de tapices. De hecho podemos observar la existencia de dos escenarios, claramente diferenciados por su iluminación. En primer término, en penumbra, aparece el taller propiamente dicho, donde unas mujeres se encuentran desarrollando diversas tareas del proceso del hilado. A nuestra izquierda, una mujer con la cabeza cubierta , mueve una rueca mientras mantiene una conversación con una joven que descorre una cortina roja. A la derecha, una mujer, de espaldas al espectador, hila un ovillo de lana, mientras por nuestra derecha aparece de medio cuerpo una joven rubia portando un cesto. En el centro de la composición, otra joven, de la que apenas vemos los rasgos, se agacha para recoger los restos de lana, mientras un gato juega con un ovillo En el primer plano de la composición, se cree que la primera figura de la derecha es Aracne tejiendo y que la anciana de la izquierda es la diosa disfrazada , con falsas canas en las sienes,delatada por su joven pierna,típica de una adolescente.

Al fondo, una escalera de dos peldaños y un arco conduce a una segunda estancia, más iluminada, donde se exponen los tapices del taller .En el escenario del fondo, observamos tres jóvenes elegantemente vestidas, que posiblemente han acudido a visitar el taller, contemplan a una figura con casco, que interpretamos como Atenea, que levanta la manos frente a otra joven, Aracne,delante de un tapiz que representa el “Rapto de Europa” y reproduce fielmente el cuadro del mismo tema realizado por Rubens.La dama de la izquierda tiene,a su lado,una viola.La música ,tradicionalmente era usada para curar la picadura de las arañas.

 En definitiva, al fondo, se representa a la clase social alta, damas de la corte que han ido a observar el tapiz con la intención de comprarlo y en un primer plano, sin embargo, se nos muestra a la clase trabajadora, fatigada, donde podemos observar un escorzo de la hilandera de la derecha, quizá la parte más enérgica del cuadro.

A primera vista, sería un cuadro costumbrista. Como ya hemos comentado anteriormente representa el trabajo en un taller de tapices, sin embargo Velázquez pintó una historia mitológica: “La fábula de Aracne”, presente en el libro VI de “Las metamorfosis de Ovidio”.

 Aracne era una joven cuya fama había ido creciendo no por su belleza ni por su linaje, sino por su extraordinaria habilidad en el arte de tejer. Mucha gente de los alrededores acudía a su casa no solo para ver el resultado de sus trabajos, sino para verla a ella en acción: devanando una madeja, bordando, hilando. Fueron tantos los elogios que Aracne recibió, que acabó por creérselo, llegando incluso a afirmar que su talento superaba al de la mismísima Atenea, diosa de la guerra, de la sabiduría y de las artes.

Podemos imaginar la irritación de Atenea... Tan enfadada estaba, que no se le ocurrió nada mejor que, transformada en una anciana de blancos cabellos, ir a reprender a Aracne y a pedirle que retirara sus palabras. Haría bien en seguir, insistía, los consejos de una anciana. Y le aseguró que, si se disculpaba de inmediato, la diosa Palas Atenea la perdonaría.

 Aracne, muy crecida, le dijo a la anciana que repartiera sus consejos entre sus hijas y nueras, si las tenía, pero que a ella la dejara tranquila. Y que lo mejor que podía hacer la diosa Atenea era aceptar el desafío de ver quién de las dos –Aracne o Atenea- tejía un tapiz más hermoso.

Ante tanta insolencia la diosa Atenea no pudo más, abandonó su disfraz, y se presentó ante Aracne en todo su esplendor. La instó a empezar en ese momento la competición  que la propia Aracne había propuesto. La joven, tras un primer momento de desconcierto, aceptó. Y así, una y otra se aprestaron a tejer. Y cuentan que era tanto el arte con que lo hacían, que su habilidad en el manejo de los hilos y los colores no podía ser comparada sino con la del sol y la lluvia en el juego del arco iris.

 Terminaron ambas su tapiz. Enseñó primero Atenea el suyo. La diosa había elegido como motivo central la ocasión en que se impuso al dios de las aguas, Poseidón, cuando había que dar nombre a la ciudad de Atenas. Aparecían además en el tapiz los doce dioses, y en el centro Zeus con toda su majestad. Y para advertir a Aracne de lo que le esperaba, representó en las cuatro esquinas cuatro castigos sufridos por mortales que habían osado desafiar a los dioses.

Era el turno de Aracne. ¿Qué imagináis que había representado? A Zeus, convertido en toro, raptando a la hermosa Europa. Y era tal el realismo del dibujo que el toro y el mar parecían de verdad. Europa se giraba hacia sus compañeras pidiendo auxilio y en un gesto mecánico encogía los pies para evitar que se mojaran... Y esta es la historia que aparece recogida en el tejido que aparece en el plano del fondo.No solo eso, también representaba los engaños de su padre Zeus para conseguir favores sexuales de mujeres y diosas: hizo que Asterie estuviera sujeta por un águila, hizo que Leda estuviera tendida bajo las alas de un cisne; añadió como Júpiter, oculto bajo la apariencia de sátiro, llenó a la bella Nicteide de prole gemela, como fue Anfitrión cuando le cautivó, Alamena, de que manera siendo Oro engañó a Dánae y como fuego a la Asópide, como pastor a Mnemosine, como tachonada serpiente a la Deoide. Mientras Zeus rapta a la diosa Europa transformada en toro.

Pero la cosa no acababa ahí. Había tejido Aracne también a Zeus seduciendo a Leda, convertido esta vez en cisne, y violando a Dánae, en forma de lluvia de oro. Aquí y allá aparecían Zeus, Poseidón, Dionisio metamorfoseados en animales para imponerse con la fuerza y el engaño a las jóvenes de las que se habían encaprichado. No era, por tanto, un tapiz que ensalzara a los dioses, sino una clara denuncia de sus crímenes.

 Atenea se enfureció sobremanera, pero la obra estaba tan bien ejecutada que la diosa no pudo ponerle ninguna pega. Terriblemente airada, rasgó de un manotazo la tela de arriba abajo, y golpeó a Aracne con violencia. La joven quiso huir, pero Atenea la sostuvo en vilo y le dijo que, en lo sucesivo, viviría siempre así, suspendida en el aire. Le lanzó el jugo de una hierba venenosa e inmediatamente Aracne perdió sus cabellos, su nariz, sus orejas. Su cabeza y su cuerpo encogieron extraordinariamente. Brazos y piernas se tornaron en finísimas patas. Y de esta manera, desde entonces, convertida en araña, sigue Aracne ejerciendo con su hilo el oficio que antaño profesora.

Aún se puede profundizar más, pero creo que este ejemplo es suficiente.

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